Karma proviene de la palabra sánscrita
"Karman" que significa "Las causas que son puestas en movimiento
y los efectos que se cosechan de esas causas". Vale decir que lo que somos
es el producto de las elecciones hechas en la vida. Dios concede libertad al
alma y la hace responsable del uso que ella haga de le energía de vida.
La
relación entre acción y resultado se conoce como Karma. Debido a la complejidad
de los "Lazos Kármicos" el espíritu necesita reencarnar para
enfrentarse a sus creaciones pasadas. Esta es la relación que une al karma con
la reencarnación. La energía utilizada correctamente asciende a niveles
superiores (cuerpo Causal) y la energía calificada negativamente queda en el
cinturón electrónico (campo de fuerza donde se acumulan todos los registros
kármicos desde nuestra primera encarnación). La energía que vuelve a Dios debe
ser balanceada en el mismo sitio donde se utilizó, por eso la energía vuelve
con máxima precisión a donde se generó.
La
reencarnación es misericordia divina para darle al alma la posibilidad de
corregir sus errores y ganar la maestría aprendiendo de esos errores. La
oportunidad dada al alma no es eterna: si su oscuridad (generada por libre
albedrío) es mayor que su luz, el alma se enfrenta a su destrucción, la
identidad del ser es borrada para siempre (segunda muerte).
La
cantidad de karma que un alma debe manejar en su vida está determinado por los
señores del karma, ellos forman el gran concejo kármico, el cual administra
justicia. Antes y después de cada encarnación el alma se presenta ante ellos y
se someten a revisión todos los registros akásicos o akáshicos (sustancia sutil
donde quedan todos los pensamientos, palabras, emociones, etc.).
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