martes, 22 de junio de 2010

¿Qué es la Nueva Era o New Age ?

Ciertamente todo lo que podamos decir sobre los orígenes, conexiones y vocabulario propio del movimiento, no alcanza para dar respuesta al problema fundamental. ¿Qué es la Nueva Era?. ¿Podemos decir que estamos ante una nueva religión?, ¿quizás sea una filosofía, o una consecuencia de los modernos hallazgos de la ciencia?

Las respuestas a estos interrogantes son muy difíciles de precisar. Sus fieles no la reconocen como una religión, contestan que antes bien es una "espiritualidad"; tampoco aceptan ser considerados como una escuela filosófica, antes bien prefieren que se lo considere como un camino de "expansión de la conciencia".
Por esto, la presentación más acertada quizás sea la que da el Card Danneels: "No es una religión, pero es por lo menos religiosa; no es una filosofía, pero es por lo menos una visión del hombre y del mundo, así como una clave de interpretación; no es una ciencia, pero se apoya en leyes "científicas", aunque haya que ir a buscarlas entre las estrellas. New Age es una nebulosa que contiene esoterismo y ocultismo, pensamiento mítico y mágico respecto de los secretos de la vida, y una pizca de cristianismo, todo revuelto con ideas que proceden de la astrofísica."

Se habla de una ’nueva ciencia’, más humana, más ecológica, cuyos principios fundamentales Josef Sudbrack sintetiza en dos:

La "holonomía": todo el universo se encuentra regido por un principio de relación recíproca, todo está unido, interconectado, y aún más que eso, cada parte de este universo es en sí misma una imagen de la totalidad; y esto porque el cosmos entero es una unidad compenetrada e influenciada recíprocamente. El todo está en cada uno y cada uno está en el todo. Todos los seres están hermanados y forman una única familia con diferentes grados de evolución. El hombre, no sería más que una parte de ese todo, de esa intrincada y extensa red; un microcosmos que es en sí mismo una imagen acabada de toda la creación. Aquí encuentra su fundamento el monismo de la Nueva Era: en definitiva, todo es el mismo ser, la misma imagen, sin distinción.

La calidad dinámica de la realidad: todo es un permanente cambio, todo está regido por un movimiento inmanente de evolución, por un principio intrínseco e inevitable de desplegamiento y replegamiento que abarca desde el todo hasta la más ínfima de las partes y que hace que todo intento de comprensión de la realidad que no esté regido por la asimilación a este mismo movimiento esté condenado a no ser más que una instancia muy imperfecta de conocimiento. La distancia entre nuestro conocimiento analítico-científico y la realidad sería la misma que hay entre la contemplación de unos fuegos artificiales, y su fotografía.

Estos dos principios surgen de la extrapolación de elementos tomados de la física atómica, según la cual la realidad última y auténtica del cosmos no está constituída por cosas y cuerpos sólidos tal como podrían hacernos suponer erróneamente nuestra conciencia cotidiana, sino por vibraciones, energías, movimientos ondulatorios. El elemento constitutivo de la materia no es algo sólido sino que son vibraciones.
De aquí deducen rápidamente que nuestra realidad diaria es sólo apariencia, superficie débil del ser, que en realidad es un todo vibrante. La misma divinidad es interpretada como vibración. Los minerales, los seres vivos, el alma del hombre y Dios en esta interpretación, son todas vibraciones aunque cada una de ellas "en distintas frecuencias".

La Nueva Era elabora así una visión propia del universo, al que considera como una gran masa energética en permanente oscilación, vibración que confunde con la vida y que deja sólo lugar a meras diferencias cualitativas.

Desde esta perspectiva, los planetas, las galaxias, son seres vivos dotados de afectos y pasiones -vibraciones de frecuencias diversas-, capaces de responder a la agresión o el cuidado de los hombres.

Por otro lado, esta característica vibracional de todo lo existente, es concebida como una hermandad de origen ya que todo el cosmos está constituído por una misma materia: la vibración primera, divina, de la que todo ha emanado. Todo es variación de una única y primigenia vibración; no hay verdadera distinción entre el ser divino y el ser de las creaturas, no hay un acto creador.

La antropología de la Nueva Era: un intento de ’nueva psicología’•

El hombre es parte de ese todo, del cosmos, y no sólo en lo que se refiere a la materialidad de su cuerpo o la espiritualidad de su alma, sino aún también en lo más profundo de su psiquis.

Pretendiendo fundarse en la que denominada "psicología transpersonal" de Karl Jüng, pero recibida en realidad a través de las enseñanzas de Abraham Maslow, la Nueva Era afirma que el "yo consciente" de cada individuo se encuentra inmerso en una conciencia suprapersonal, común a la humanidad entera, una especie de depósito de experiencias y conocimientos forjados por el conjunto de la humanidad desde sus orígenes, y a los cuales el individuo normalmente no accede de un modo consciente.

Este cúmulo de conocimientos se haría accesible habitualmente a través de formas de conocimiento a-racionales como la intuición, los sueños, los símbolos y mitos. Estas formas de "conocimiento" serían funciones propias del hemisferio cerebral derecho.

Ocurre (sostiene Nueva Era) que normalmente no solemos recurrir a estas formas de conocimiento ya que por educación hemos desarrollado mejor las funciones analíticas propias del hemisferio izquierdo. A priori afirman que el conocimiento analítico es parcial y carente de unidad, por lo que -en esta hipótesis- el hombre de Acuario necesita apelar a formas de educación no tradicionales para poder desarrollar las potencialidades del hemisferio derecho, el del conocimiento sintético, a fin de alcanzar un conocimiento totalizante y armonioso.

La educación, en consecuencia, debe centrarse en el desarrollo de las potencialidades de conocimiento no analítico -a las que consideran las más importantes, y menos desarrolladas hasta ahora-, ya que ellas nos permiten salir "conscientemente" al encuentro de nuestro "yo soy". Estas premisas de aprendizaje procuran aplicarlas especialmente a los niños, ya que ellos todavía no han sido sometidos a un proceso de aprendizaje analítico que dificulta el desarrollo de estas nuevas formas de percepción.

Con esto se tiene el sustrato de una nueva teoría educativa según la cual, el hombre debe centrar su aprendizaje en el descenso a lo más profundo de su yo, donde ha de encontrarse con sí mismo, con su "yo soy", es decir, el mismo Dios que es parte de cada una de sus creaturas. Este sería el que consideran un conocimiento verdadero, el que se alcanza no por la observación de la realidad sino por la instrospección lograda a través de técnicas de auto-hipnosis y sueño dirigido. Este proceso suele recibir en el ámbito new age la denominación de "desarrollo de la conciencia crística".

El concepto de Dios Su concepción de lo divino como un todo impersonal en el que se identifican como en una unidad absoluta el ser y la nada, el dios y la creatura, la luz y la oscuridad, es de origen claramente oriental.


La espiritualidad De esta concepción de Dios surge una espiritualidad que se funda más en la experiencia sensible que en la razón y que antepone el sentimiento a la verdad. De este modo, la "espiritualidad" queda reducida a la esfera de lo sensitivo e irracional: al "sentirse bien", a una búsqueda excluyente del propio bienestar individual.

Así, la oración deja ya de ser un diálogo interpersonal con el Dios trascendente, para convertirse en un mero monólogo interior, en una búsqueda introspectiva del propio yo.



El pecado En la propuesta de la Nueva Era lo humano se confunde e identifica con lo divino, por lo que la realidad del pecado pierde sentido, incluso llega a considerarse al hombre como incapaz de pecar.

Lo que en una visión más tradicional podría aparecer como pecado es interpretado por la Nueva Era como imperfecciones provocadas por la falta de evolución del individuo, que han de superarse a través de la toma de conciencia de su "yo soy".


La reencarnación La evolución de la que se habla, no es por supuesto la evolución personal tal como habitualmente solemos comprenderla, sino una supuesta evolución espiritual que se daría a través de los distintos ciclos del karma, es decir, a través de sucesivas reencarnaciones hasta alcanzar un estado de divinización pleno.

No hay que olvidar que para la Nueva Era, el hombre es un "espíritu" o energía divina, una partícula del todo cósmico, en contínua evolución hacia la divinización.

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